Lectura 1 Gorgias, “Encomio de Helena”

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Gorgias, “Encomio de Helena” en Fragmentos, versión de Pedro C. Tapia Zúñiga, México: Instituto de Investigaciones Filológicas, UNAM, 1980, pp. 10-16.

Gorgias, Encomio de Helena

11. (1) Orden para la ciudad, la bravura, y para el cuerpo dé la belleza, y para el espíritu la sabiduría, y para la acción la virtud, y para la palabra la verdad; y lo contrario de esto, desorden. Conviene que el hombre y la mujer y la palabra y la obra y la ciudad y la acción honren con la alabanza a lo digno de alabanza, y apliquen el reproche a lo indigno, pues igual error e ignorancia es reprobar lo laudable como alabar lo reprobable. (2) Es propio del mismo hombre tanto decir lo rectamente necesario como despreciar [lo dicho no rectamente. Conviene, entonces, despreciar] a los que reprochan a Helena, mujer en torno a la cual han llegado a existir, unísona y unánime, tanto una fe de los poetas que se oyen como una fama del nombre, lo cual ha sido memoria de los sucesos. Y yo quiero, dando cierta consideración al discurso, que la que es tenida por mala cese de la culpa, y, mostrando y demostrando la verdad, que los mentirosos acusadores cesen de su insensatez.

(3) Que ciertamente, por naturaleza y nacimiento, la mujer en torno a la cual este discurso, es lo mejor de los primeros hombres y mujeres, no es desconocido ni de pocos. Pues es evidente que de madre es de Leda, y de padre, del que lo fue, un dios, y del considerado, un mortal: Tíndaro y Zeus. De los cuales éste, por serlo, pareció, y aquél, por decirlo, fue despreciado; y era éste el mejor de los hombres, y aquél, el señor de todos.

(4) Y nacida de éstos, tuvo su belleza cuasidivina que, tomada y no escondida, conservó. Y en muchísimos, muchísimos deseos de amor insertó, y a un cuerpo congregó muchos cuerpos de hombres muy ufanados en muchas cosas, de los cuales unos tenían cantidad de riqueza, otros celebridad de antigua nobleza, otros vigor de hazaña personal, y otros fuerza de sabiduría adquirida. Y llegaron todos, tanto por el amor victorioso como por la ambición invencible. (5) Así pues, no diré quién y por qué y cómo, habiendo tomado a Helena cumplió su amor; porque el decir a los que saben lo que saben provoca fe, pero no produce deleite. Y ahora, franqueando en el discurso el tiempo de entonces, avanzaré hacia el principio del discurso por venir, y presentaré los motivos por los cuales habría sido conveniente que sucediera la marcha de Helena hacia Troya.

(6) Pues o por designios de Fortuna y decisiones de los dioses y decretos de la Necesidad hizo lo que hizo, o raptada por fuerza o persuadida con palabras o atrapada por amor. Sin duda que, si por lo primero, el acusador es digno de ser acusado, porque es imposible al cuidado humano impedir la voluntad de dios. Pues ha sucedido por naturaleza que lo mejor no sea impedido por lo inferior, sino que lo inferior sea gobernado y conducido por lo mejor, y que lo mejor guíe tanto en fuerza como en sabiduría y demás cosas. Si pues a la fortuna y a dios haya que atribuir la culpa, hay que absolver de la ignominia a Helena.

(7) Y si por la fuerza fue raptada e ilegalmente forzada e injustamente violentada es evidente que el raptor, porque violentó, injurió, y la raptada, porque fue violentada, sufrió infortunio. Es digno, por tanto, el bárbaro que emprendió una empresa bárbara tanto de palabra como por ley y de hecho, de obtener tanto la culpa de palabra como la infamia por la ley y el castigo de hecho; en cambio, la que fue forzada y privada de la patria y hecha huérfana de los amigos, ¿cómo no con razón sería absuelta más que castigada? Porque él obró cosas terribles y ella padeciólas; por tanto, es justo que ella sea compadecida y él detestado.

(8) Y si la palabra fue la que persuadió y engañó al espíritu, tampoco por esto es difícil defender y de este modo absolver la culpa. La palabra es un gran potentado que, con muy pequeño e imperceptible cuerpo, lleva a cabo obras divinas, ya que puede tanto calmar el miedo como quitar la pena y engendrar el gozo y acrecentar la misericordia; y mostraré que esto es así. (9)Y conviene aun con una opinión explicar a los que escuchan tanto un estremecimiento espantoso como una misericordia muy llorosa y un deseo ansioso. En las acciones así como en los cuerpos ajenos, por las prosperidades y adversidades, el espíritu ha padecido cierto particular padecimiento por medio de las palabras; ¡vamos, pase yo de una razón a otra! (10) Pues los encantos inspirador por medio de las palabras, se hacen inductores de placer y deportadores de pena; porque la fuerza del encanto, sumada a la opinión del espíritu, fascinó así como persuadió y cambió al mismo con el hechizo. Del hechizo así como de la magia se han encontrado dos artes que son errores del espíritu y argucias de la opinión. (11) ¡Cuántos a cuántos, en torno a cuánto, han persuadido y aún persuaden, pero plasmando un discurso mentiroso¡ Pues si todos en torno a todo tuvieran tanto memoria de lo pasado como consideración de lo presente y previsión del provenir, no sería igualmente igual la palabra para quienes ciertamente, hoy, ni es fácil recordar el pasado ni observar el presente ni vaticinar el provenir. De manera que, en torno a la mayor parte de las cosas, la mayoría ha presentado al espíritu la opinión como consejera, y la opinión, siendo vacilante e inestable, en vuelve con eventualidades vacilantes e inestables a los que la usan. (12) Por tanto, ¿qué causa impide pensar que también Helena bajo las palabras igualmente hubiera marchado sin querer, como si hubiera sido raptada por la fuerza de los violentos? Pues lo propio de la persuasión es parecer que gobierna, ella ciertamente no tiene aspecto de necesidad, pero tiene su misma fuerza. Porque aquella palabra que persuade al espíritu, al que persuade, persuadió a creer en los dichos y a condescender con los hechos. Por tanto, el que persuade, porque obliga, injuria, y la persuadida, porque es obligada con palabras, vanamente es mal afamada. (13) Y merced a que la persuasión, uniéndose a la palabra, también modeló al espíritu como quiso, conviene considerar, en primer lugar, las teorías de los meteorólogos, quienes a la opinión  ante la opinión, quitando a una e insertando a otra, hicieron que lo increíble e invisible apareciera a los ojos de la opinión; en segundo lugar, las contiendas necesarias de palabras, en las cuales un discurso alegró y persuadió a una gran multitud, habiendo sido escrito con arte, no habiendo sido dicho con verdad; en tercer lugar, las discusiones de palabras de los filósofos, en las cuales se muestra también la rapidez de la inteligencia, que es mudable, en cuanto hace creencia de la opinión. (14) La misma razón tiene tanto la fuerza de la palabra ante la disposición del espíritu, como la disposición de los remedios ante la naturaleza de los cuerpos; pues así como unos de los remedios expulsan del cuerpo a unos humores y otros a otros, y unos calman la enfermedad y otros la vida, así también, de las palabras, unas afligieron, otras alegraron, otras espantaron, otras trasportaron a los oyentes hacia el valor y otras, con cierta mala persuasión, remediaron y encantaron al espíritu.

(15) Ciertamente se ha dicho que si fue persuadida por la palabra, no injurió, sino fue desgraciada. Examinaré la cuarta causa con el cuarto discurso. Si pues fue el amor el que obró todo esto, no difícilmente escapará a la culpa del error que se dice haber existido; porque las cosas que vemos no tienen la naturaleza que nosotros queremos, sino la que tocó en suerte a cada una; y a través de la vista el espíritu se modela también en formas. (16) Pues inmediatamente, cuando los elementos enemigos disponen el equipo enemigo de bronce y hierro contra los enemigos, defensa de uno y pertrecho de otro, si la vista contempla se turba y turba el espíritu, de manera que muchas veces, siendo futuro el peligro, huyen abatidos. En verdad, la sólida conducta de la ley es desalojada a través del miedo originado de la vista, desaparecida la cual, hace descuidar tanto lo juzgado bello a través de la ley como lo que sucede de bueno a través de la victoria. (17) Y al punto algunos, viendo lo espantoso del presente en el tiempo presente, se perturbaron de la mente: de tal modo extingue y desecha el miedo al pensamiento. Y muchos perecieron a causa de inútiles trabajos y terribles enfermedades e incurables manías: de tal modo la vista graba en la mente las imágenes de las acciones que vemos. Y ciertamente muchas cosas espantosas se omiten, pero las omitidas son iguales a las dichas. (18) Verdaderamente los escritos, cuando llevan a cabo completamente un solo cuerpo y figura de muchos colores y cuerpos, deleitan a la vista; y la creación de estatuas como el trabajo de ornamentación han suministrado a los ojos un aspecto agradable; así, unas cosas han hecho que la vista sufra, y otras, que desee. Y muchas cosas han producido en muchos amor y deseo de muchas acciones y cuerpos. (19) Por tanto, si la vista de Helena, deleitándose con el cuerpo de Alejandro procuró a su espíritu deseo y anhelo de amor, ¿qué de extraordinario? Si éste, siendo dios, tiene la fuerza divina de los dioses, ¿Cómo el inferior podría ser capaz de rechazarlo y defenderse? Y si existe la enfermedad humana y la ignorancia del espíritu, no debe ser reprobada como error, sin considerada como desgracia. Vino, pues cuando vino, por las redes de Fortuna, no por decisión de inteligencia, y por necesidades de amor, no por preparativos de arte.

(20) ¿De qué modo, por tanto, conviene considerar justo el reproche de Helena que ora arrobada, ora persuadida por la palabra, ora raptada por la fuerza, ora obligada por la divina necesidad hizo lo que hizo y totalmente escapa a la culpa?

(21) Alejé con la palabra la ignominia de una mujer, sostuve la ley que puse al principio de discurso; me propuse destruir la injusticia de un reproche y la insensatez de una opinión; me decidí a escribir un discurso, por una parte, encomio de Helena y, por otra, pasatiempo mío.

Partes del "Encomio de Helena"


1.Exordio o proemio (1-2)
2.Núcleo (3-19)
3.Conclusión o peroración  (20-21)

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