IDEOLOGÍA y HEGEMONÍA

Ideología

Término bastante controvertido y esquivo cuya utilidad efectiva ha sido muy discutida. Acuñado en 1796 por el filósofo francés Antoine Destutt de Tracy, autor de los Éléments d’Ideólogie, ha asumido diversos significados, correspondientes a los distintos campos de conocimiento e investigación en los que se ha aplicado. En la concepción de Destutt de Tracy, la ideología era la ciencia de las ideas, que nacen de la experiencia humana: a partir de sensaciones, tal como son en su origen, se transforman y organizan en un sistema de signos lingüísticos. Se trataba de una concepción muy abstracta que prescindía de las relaciones sociales. Cuando Napoleón reorganizó el Institut Nacional, expulsó a los “ideólogos” y criticó sus posiciones describiéndolas como abstractas y privadas de contacto con la vida práctica: el término nació de esta manera con una connotación negativa evidente. Bien distinta es la concepción de Marx y de Engels (especialmente en su libro sobre la Ideología alemana, de 1845-1846, y en una conocida carta de Engels a Franz Mehring del 14 de julio de 1893) que empleaban el término para referirse: 1) al idealismo de los jóvenes hegelianos alemanes, un movimiento filosófico que a su parecer era ideológico porque desatendía los orígenes materiales de sus ideas; 2) a toda estructura de comportamientos e ideas que oculte la verdadera naturaleza de las relaciones sociales y que de esa manera ayuda a justificar y perpetuar el dominio social de una clase sobre otra; 3) a aquello que Engels había definido como falsa conciencia, y por tanto a cualquier proceso de pensamiento en que las fuerzas reales que inspiran las ideas permanecen ocultas también aquel que formula dichas ideas; de ahí derivan las visiones falsas de la realidad, distorsiones de las fuerzas sociales en juego, soluciones totalmente simbólicas de los conflictos que no se afrontan efectivamente; en palabras de Terry Eagleton, “valores, ideas, imágenes, que vinculan a los individuos a sus funciones sociales y les impiden un verdadero conocimientos de la sociedad en su conjunto”.

En la tradición marxista posterior, el término ha tenido un amplio recorrido, ensanchando su significado hasta incluir en él uno menos negativo y más neutral. Antono Gramsci, por ejemplo, se refiere con frecuencia a las ideologías como posiciones orgánicas que organizan grandes masas de personas y crean el terreno sobre el que se mueven, adquieren la conciencia de su posición y luchan. (En este sentido, la ideología está estrechamente ligada a los problemas del consenso, de la lucha política mediante la organización de partidos y de la hegemonía.) Una elaboración ulterior del concepto ha sido realizada por Louis Althusser, que ha defendido que ninguna sociedad, ni siquiera una eventual sociedad comunista, puede vivir sin ideología. Para él la ideología es una práctica social que ayuda a ocultar la verdadera naturaleza de la realidad social; es un “sistema de representaciones” constituido por ideas, conceptos, mitos o imágenes, por medio de los que la gente vive sus relaciones imaginarias con sus condiciones reales de vida y existencia. Esta definición de ideología, que es bastante más amplia y comprehensiva que un simple conjunto de ideas o concepciones políticas, y parece referirse a la condición humana en general más que a las simples circunstancias históricas y sociales, ha ejercido una notable influencia en los estudios culturales y en los literarios. El crítico americano Fredric Jameson, volviendo a Althusser, insiste en las cualidades “narrativas”, “alusivas”, “simbólicas” podríamos decir, del arte y de la literatura, entendidas como formas a un tiempo de proyección y de conocimiento profundo de la ideología (que se transforma, dentro de esta concepción, bastante similar al inconsciente del psicoanálisis). (Ceserani: 280-281)

Hegemonía

Importante concepto elaborado por Antonio Gramsci. Él distingue dos formas o medios diversos que permiten asegurar la estabilidad social y la reproducción en la sociedad capitalista moderna: los que se encomiendan a la fuerza y a la violencia física y represiva y los que recurren a distintos instrumentos para procurar el consenso. La sociedad burguesa emplea la cultura, y también por tanto el arte y la literatura, para lograr el consenso y difundir su ideología. Es tarea de la crítica analizar los modos específicos en que la obra, en cualquier formación social, asegura la hegemonía de las clases dominantes. Por ejemplo, Gramsci identifica en la Italia de los años veinte una serie de medios e instrumentos puestos en acción por parte de la hegemonía dominante: la religión católica, la filosofía idealista, el “buen sentido” burgués, la política estatal de formación maquiavélica y los nuevos desarrollos industriales […]. Las obras literarias y artísticas de aquel período se encargan en gran medida de reforzar esos instrumentos y de hacerlos interesantes y aceptables. Las clases subalternas, y el arte y la literatura contestatarios, deben desarrollar, contra el poder hegemónico de las clases dominantes, una estrategia de construcción de una contra-hegemonía revolucionaria. (Ceserani: 277)

Remo Ceserani, Introducción a los estudios literarios, Crítica, Barcelona, 2004.

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